jueves, 30 de noviembre de 2017

En los bosques de Siberia

Noviembre se cierra con la fiesta de san Andrés, apóstol. Representa un punto de encuentro entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa. Creo que este año se va a cumplir en algunas partes del norte de España el dicho: Por san Andrés, la nieve en los pies. Estoy de nuevo en Roma. Casi ocho horas de vuelo desde Nairobi a Amsterdam dan para mucho. Tuve tiempo de leer, dibujar, dormir y también de ver una película que me encantó, quizás porque me recordaba mucho a Into the wild (2007) de Sean Penn. Se trata de la película francesa Dans les forêts de Sibérie (2016), protagonizada por el francés Raphaël Personnaz y el ruso Evgueni Sidikhine. No voy a destripar la historia por si algún lector del Rincón se anima a verla. Más allá del guion y de su puesta en escena, la película me ha hecho pensar sobre asuntos que tienen que ver con nuestro estilo de vida contemporáneo. El joven protagonista deja su brillante trabajo en el campo audiovisual y decide pasar un año en solitario, viviendo en una cabaña junto al lago Baikal. La tentación de hacer una crítica feroz de una vida basada en el trabajo y en el dinero era demasiado fácil. El director Safy Nebbou la ha evitado. Pone el acento en el tremendo vacío que siente Teddy, el protagonista. Lo paradójico es que para superarlo decide internarse en los bosques siberianos que rodean al lago Baikal. Mientras en el tráfago de la gente de París se siente solo y vacío, en el silencio infinito de Siberia se encuentra a sí mismo.

Una vez más, el silencio se muestra como la gran terapia para una enfermedad que afecta a muchos contemporáneos: el vacío existencial y la falta de sentido. Hacemos cosas, nos relacionamos, incluso reímos, pero sin acabar de encontrar un porqué, vagabundos que van a tientas, títeres cubiertos con la máscara de la apariencia, la rutina y, a veces, el cinismo. El joven Teddy no va de moralista por la vida, no lanza dardos contra la sociedad que le ha infligido la herida del sinsentido. Se limita a buscar dentro de sí mismo. No hay un guion previo. En la cabaña siberiana puede ocurrir de todo. El año que Teddy transcurre en aquellos parajes es una metáfora de las etapas de la vida. Hay primavera, verano, otoño e invierno. En esa sucesión implacable se van produciendo experiencias que lo ponen en contacto con el misterio de la existencia. Descubre por sí mismo las cosas más elementales y humanas: la soledad, el silencio, el llanto, el dolor, la belleza, la amistad, el coraje, la esperanza y la muerte. Es como un curso de vida real, no uno de esos “talleres” que hoy se ofrecen para aprender a ser feliz, practicar mindfulness o mejorar la autoestima.

En este Rincón he hablado varias veces del poder del silencio. Lo hice a propósito de la canción de Simon & Garfunkel El sonido del silencio. Con este mismo título escribí el año pasado otra entrada desde la contemplación de la noche africana en Mombasa, Kenia. En otra ocasión me referí a El arte de escuchar el silencio. Algún lector puede pensar que soy un monje contemplativo que no sale de su monasterio. Sin embargo, soy un misionero que casi no paro en casa. Confieso –quizás esta es una confesión demasiado íntima– que no podría resistir este estilo de vida sin la fuerza del silencio, que es, en el fondo, la fuerza del centro personal, la fuerza del misterio de Dios. Soy consciente de que estas cosas no se pueden enseñar como se enseñan las matemáticas o la geografía. A Teddy, ningún maestro lo condujo por las sendas de los bosques siberianos, a no ser –y, de manera, no buscada– el ruso fugitivo que llevaba años huyendo de la justicia. Nadie nos puede enseñar el arte del silencio, aunque algunos maestros compartan con nosotros su experiencia personal. Se trata de una decisión que uno toma cuando se ve contra las cuerdas, cuando no acaba de encontrar fuera el manantial de vida que mana dentro. Los bosques de Siberia pueden estar a la vuelta de la esquina. No es necesario ir demasiado lejos.



1 comentario:

  1. Gonzalo, hay cosas, como dices, que no se pueden enseñar como se enseñan las matemáticas, pero se enseñan de maneras diferentes. Tú, compartiendo tus experiencias y vivencias con los amigos del "Rincón", te aseguro que nos vas ayudando a descubrir y valorar, en este caso, el silencio y poco a poco, sin ser muy conscientes de ello nos vamos introduciendo en él. Muchísimas gracias.

    ResponderEliminar

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.