martes, 24 de mayo de 2016

Siete caras de Roma

Todo el mundo conoce las vistas clásicas de Roma: el Coliseo, la plaza de san Pedro, la Fontana de Trevi, las escalinatas de la Plaza de España, el monumento a Victor Manuel II (también conocido como Altar de la Patria, o simplemente Il Vittoriano), etc. Aproveché la tarde del pasado domingo para contemplar -y fotografiar- "otras caras" de Roma que también forman parte del poliedro de esta ciudad maravillosa.

Roma es la ciudad de las fuentes. No conozco otra ciudad en el mundo con tantas. Da la impresión de que sobra agua por todas partes. Además de las fuentes monumentales más conocidas (como la Fontana di Trevi, La Barcaccia de Bernini en Piazza di Spagna o la Fontana dell'Acqua Paula -il Fontanone- en la colina del Gianicolo), las calles y parques de Roma cuentan con unos 2.500 surtidores que manan agua día y noche. Los más comunes son los conocidos como nasoni (narizones) porque el agua surge de un tubo de acero curvo que a los romanos les parecía una gran nariz. Entre las fuentes pequeñas, está la que aparece en la foto, en la Via degli Staderari, incrustada en una pared de la Università della Sapienza, como si el agua simbolizara la sabiduría que mana de los libros. 


Italia siempre ha sido el país de la moda. Lo que se lleva últimamente en cuestión de papeleras es un horrible bolsón de plástico transparente que permite al viandante deleitarse con la contemplación de la basura producida por ciudadanos, turistas y peregrinos. El contraste entre este contenedor cutre y la belleza serena de la Piazza del Popolo es palmario. ¡Todo sea en aras de la transparencia, que en estos tiempos de corrupción es siempre un bien escaso!


Estos policías a caballo no tienen mucho trabajo, aunque estén en la parte trasera del Palazzo Madama, sede del Senado de la República. ¡Qué mejor servicio que entretenerse con los turistas en animado diálogo, permitirles fotografiar los esbeltos y aburridos jamelgos y practicar un poco de broken English! Esto se llama "diálogo a pie de calle" o "seducción a primera vista", un arte que los italianos dominan como pocos. 


En medio de la jungla urbana, invadida en este mes de mayo por hordas de turistas (casi todos con el uniforme de tales: sombrero de paja o visera, camiseta de algodón, pantalón corto y chanclas), se agradece levantar la vista y toparse con un balcón que parece preparado para una boda.  Armonía de petunias blancas y moradas. Un pequeño oasis en el desierto urbano. Y, si además está en la Piazza Navona (antiguo Estadio de Domiciano, como reza la placa de mármol), mejor que mejor. 




La Via Condotti, que conecta la rectilínea Via del Corso con la Piazza di Spagna, es una de las calles con más tiendas de lujo de toda Roma. La mayoría son accesibles... a algunos bolsillos. Como botón de muestra, pongo tres artículos de Dolce & Gabbana que cualquiera puede comprar por un módico precio. Advertencia: ¡esta es una de las tiendas más baratas de esta calle! Siempre queda el consuelo de una foto extemporánea.


La Via del Corso es casi siempre, pero sobre todo los domingos, un hervidero de personas que van y vienen, una especie de tontódromo para locales y visitantes. Junto a la iglesia de Sant'Ambrogio y San Carlo (la iglesia de los milaneses), suele haber un grupo de contorsionistas que congrega a numeroso público. Uno sueña que, aunque pese 100 kilos, puede volar por los aires como estos jóvenes acróbatas. Muchos son los admiradores, pero pocos los paganos que dejan sus monedas. ¡Que no pare la música! 


El domingo pasado parecía un anticipo del verano. Algunos puestos callejeros ofrecían un buen surtido de sombreros para protegerse del sol. Hasta en una prenda tan sencilla como ésta se nota el toque italiano. Las calles pueden estar mal asfaltadas y sucias; los autobuses pueden llegar con mucho retraso, pero... ¡estamos en el bel paese! Ya predijo Dostoievski que la belleza salvará el mundo. Buena jornada para todos.

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